jueves, 30 de septiembre de 2010

LECCIONES



Me imagino a nuestro Adán soñando con algo que aun no conocía,
que no tenía formas ni nombre ni sombra ni esqueleto,
ignorando si alguna vez por algún lado llegaría
y si sabría reconocer lo que soñó despierto.

Imagino qué pensaría Adán que sería aquello que entraba
entre sus piernas y en sus venas cuando pensaba en ello,
tal vez enfermedad, tal vez quimera, algo de índole animal,
¡cuajo de hombre!, su mente tranquila se convertía en huracán
sin saber por qué se le hinchaban las venas de su cuello.

Y tuvo que ser dios,
que por aquél entonces andaba en todas partes,
quien le diera noticias de su mal.
Lo expulsó del Paraíso, fabricó un calendario laboral,
le dio las llaves de un todoterreno para andar por el Edén aun sin urbanizar,
le regaló una hembra que venía adosada al centro del chalé,
y lo enseñó a mandar, a sudar, a sufrir, a joderse y a joder.

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