lunes, 8 de noviembre de 2010

QUIERO IRME DE PARRANDA CONTIGO


Quiero irme de parrandas contigo
para bebernos la noche entera sin testigos, tu y yo a solas,
compañera del alma, amiga entre lo humano y lo divino,
unidas como la piel y la carne, cosidas como el último día del invierno
al primero de la primavera. Juntas, iguales, como dos gotas de lluvia
lloradas en el llanto de una misma tormenta.
Echémonos la noche por los hombros
y vivamos hasta que el alma se arranque por peteneras
y nos destroce la vida de bailarla, apoyándonos sin prisa en los portales
y ofreciendo a la mañana nuestras mejores penas
poniéndole sonrisas a la cara pintada de trasnoche y madrugada.
Y antes de caernos humilladas por el alcohol sobre la calle
elevemos al cielo la copa derramada y brindemos
por nuestros torpes sueños que se fueron.
Quedémonos las dos agazapadas
robándole minutos a la noche para que no se acabe nunca
esta jornada de juerga dolorida.





Éramos muy jóvenes, ¿recuerdas? vivíamos de prisa,
hacíamos locuras subidas en la lona de la noche,
cantábamos a oscuras, jurábamos amores, le dábamos cordiales bienvenidas
a todas las pasiones, escribíamos versos, ¿los recuerdas?
conquistábamos lunas,
una era el amor y la otra el deseo,
callábamos a dúo, rompíamos la risa al mismo tiempo,
queríamos al mismo sinvergüenza,
llorábamos las dos lanzando al mismo tiempo consignas de venganza.

Y ahora quiero irme de parranda contigo.
Hace tiempo que las canas nos vistieron de auroras boreales,
que los derroches de amor se han olvidado,
pero todo el recuerdo está grabado en cada poro que surgió de la noche.
Y para ellos, sin reproches, sin descorche de champán, sin coqueteo,
sin querer que una de las dos se lleve el gato al agua,
bebámonos la vida, juguemos a las cartas, arrimemos el ascua a la sardina
y digamos a la vida las cosas a la cara.
Ya se han apagado los faroles. Ya se cerró la noche
y se acabó por fin lo que se daba.

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