sábado, 3 de marzo de 2012

LA SOLEDAD


Alguna vez la he visto pasar cerca de mí
y me ha mirado con cierta antipatía,
con recelos de sordo o de vejez,
con un desdén altivo o descarada sin más
o sin ningún motivo
ha querido crear alguna cercanía.

A veces he pensado que quería atraerme,
y otras, sin embargo, que me huía.
Y me han obsesionado algunos de sus rasgos tan marcados,
y muchos de sus gestos distraídos,
y su acento, si alguna vez la oí cuando pasaba cerca,
y algunos de sus pasos tan mal encaminados.

No sabía quién era
pero lo cierto es que ya la conocía
desde siempre,
desde que estuvo junto a mí mostrando desparpajo,
y de ponerse a mi altura y pasar rozándose a mi lado.
Y siempre me intrigaron su aparente desdén o su osadía,
y pocas veces, nunca, le puse a su presencia algún reparo.

Y sin saber de qué la conocía,
sin conocer su nombre ni su estado ni de dónde venía
la acepté junto a mí como a mi sombra, se me pegó a la piel.
No la esquivé. Entré en su juego
y me dejé llevar sin oponer porfía.

Hoy ya la tengo aquí, viviendo junto a mí.
Definitivamente, se ha instalado.



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4 comentarios:

  1. Hermoso poema de la soledad. Ella siempre inspira, Maria, que terrible es, pues, la soledad de la vida. Me encanto tu entrada, Maria.
    Un beso,

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  2. A veces, queriendo o sin querer, le damos amparo y ella, lista como es, se nos queda a vivir dentro.
    Precioso

    Besos

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  3. Gracias, Noris. Pero no hay que temer a ciertas soledades que se disfrutan tanto.

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  4. La soledad no viene sola. Puede llegar a ser una buena compañera, pero no por demasiado tiempo.

    Besos

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