domingo, 12 de diciembre de 2010

YA NO ME QUEDA NADA


Ya no me queda nada para darte.
Poco a poco me fui quedando sin poemas
qué eran para ti toda mi herencia y mi legado,
y nada ha vuelto ya a estimular mi apática desgana
ningún peso aligera mi carga ni llena mi vacío derramado.
(Es un empeño inútil levantar la moral de este caído
que se arrastra sin fuerzas y sin ganas.)
Hasta hace bien poco tuve mi casa llena de cacharros inútiles con alma,
de ridículas cajas que guardaban tesoros que nadie me robaba
y plantas trepadoras que absorbían el veneno del aire.
Tuve cómplices sin rostro que no dejaban vaho en los cristales
y palabras con eco que jugaban al corro y a las cuatro esquinas
y el viento las lanzaba por el cielo de las cosas perdidas
y dispuestas todas ellas a encontrarse.
Y ahora no tengo nada.
Tan solo tengo miedo y dudas y quejas sin razones
y un dolor infinito y una herida que no se cierra nunca.
Si ya en mi testamento no caben las palabras
es que no me queda nada para darte.


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