sábado, 2 de junio de 2012

ESA MUJER...


Lenta, lejana y muda
como una sombra blanca,
como una daga blanca
y fría, mortal,
sin mango de marfil ni empuñadura.

Llega su aliento desde la noche hasta aquí
como una bocanada que aspirara hacia dentro
el perfume a jazmín de los jardines.

Hierática y difusa, altiva,
como un diosa que ejerce
a voluntad sobre los hombres,
que nos domina a todos con el frío fuego
que despide su luz, hoy mortecina,
incapaz de soñar y provocando el sueño,
el ansia de ser ella, o ser más o estar cercana
para palparle los senos dilatados de espuma.

Lenta, lejana y muda,
atrayente, mortal y casquivana,
la luna, la atractiva mujer,
la posesión sin concesiones de la noche
y el sueño de soñarla de nuevo,
de hundirme en el volcán de su pisada
y sacudirme el miedo de mirarle a la cara
por una sola vez, una sola mirada,
con la fugacidad de un parpadeo.

La luna, esa mujer…



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