miércoles, 16 de noviembre de 2011

CHILE



He recibido carta desde lejos
y me cuenta que está nublado por arriba
y llueve más al norte
y hay un viento racheado que ataca por poniente.

Que todo está tranquilo,
que lo que aquí es otoño allí se llama primavera,
que solo los estudiantes armando su alboroto
distorsionan la vida en la Moneda.

Y me dice que quieren que regrese algún día
para volver al Maipo, perdernos por Santiago,
recuperar Isla Negra, tomar unos vinos en casa de Los Parra
y comprar cachivaches en el mercado de Santa Lucía.

Asombrarme de todo una vez más,
admirar la dignidad del rastro del Mapuche,
del respeto del que me vende el pan,
del ladrido del perro vagabundo en la calle,
de las plazas cubiertas con la solemnidad de sus silencios,
los barrios, la historia, la cultura,
los versos de Neruda
y del amor que nos dan como si todo el tiempo
desde que el mundo es mundo
hubiésemos tenido el corazón deshabitado.

Tengo que contestar. Les tengo que decir
que reserven la estancia,
que me guarden el amor hasta que vuelva.


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