viernes, 18 de marzo de 2011

ARCO IRIS


Hoy me felicito,
porque aun guardo en algún lugar del sentimiento
una increíble capacidad para el asombro.

Aquello era un resplandor que más que por los ojos
entraba por los poros y manchaba cada estación
del subconsciente,
cada sentido alerta, cada cosa soñada.
El trazo perfecto de un arco iris doble,
repetido, -uno armonía, otro armonioso-,
reflejados en la invisible
luz de un asombro imposible.

Y era la primera vez que lo veía,
siete por dos colores repetidos y espléndidos
iluminando un claro entre las nubes
entre dos franjas de tierra roja y estremecida,
-una distante y otra desconocida-,
y sobre el arco trazado como solo sabe hacerlo
esa diosa mágica y perversa, las dos siluetas
equilibrando su estrategia sobre el aire
se dibujaban con los mismos colores
sobre el fondo azulado del espejo cóncavo y etéreo.

Aquel día lo supe:
Mereció la pena la tormenta,
vivir el miedo
presentir el final
para ver aquellos trazos
como milagros dibujados en el cielo.


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