lunes, 30 de abril de 2012

LA CIUDAD EFÍMERA


Cambio de rumbo,
holgazán el camino
con desgana se echa a un lado
para dejar paso a la última mañana.

Agotada la luz artificial
no queda nadie fuera.
No queda nada.
Algún farol con sus colmillos rotos
se desprecia a sí mismo
mientras soporta
como un soldado inglés,
estoico y figurín,
como un sueño clavado al adoquín,
mi sombra, que se mece
al ritmo de un bolero
con ron y coca cola.

Se ha roto el círculo de albero y manzanilla
y no queda ni feria ni señorito de postín
ni jinete a caballo tan elegante y fino
ni gitana cogida a su cuadril.

Como muñecos articulados recojen la basura
de las efímeras casas de lona rayada
-y aquí paz y luego gloria-
calculando cómo la vida ha pasado por aquí
vestida con toquilla de encajes y organdí
y tocada con sombrero de ala ancha.



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