lunes, 5 de diciembre de 2011

MORIR A CADA DÍA


Morir a cada día, cada tarde,
en cada hueco de la memoria herida
por las broncas techumbres,
morir en cada asfalto y en cada grieta sucia
y en cada sueño loco y suicida,
y en cada alcantarilla por donde se desaguan
las cucarachas y los niños que muerden el tabaco
y mastican el hambre.

Morir en cada violación de cada noche
y en cada grito que estalla en el silencio
de las voces que callan,
y en todas las miradas,
y en el vómito del gemido y del reproche,
en la mirada espantada del miedo acurrucado.

Morir en cada llanto de un niño tirado en la cuneta,
en cada guerra donde los padres mueren y las mujeres rezan
desprevenidas y olvidadas de los dioses
mientras que los soldados obedecen las consignas
para morir matando.

Y en cada esquina del barrio donde la luz se acaba
y dominan las sombras e imperan como reyes
traficantes de vida, rufianes proxenetas,
vendedores de droga y muertos que deambulan
buscándose una tumba en la tiniebla de rincones
sin dueños y sin puertas.

Morir a cada día
buscando ávidamente soluciones al aburrimiento,
cambiando la sinrazón de las manías
que mantienen en alerta nuestro estado,
aprendiendo los trucos del mago embaucador
para partirle el alma a quien nos niegue la luz de cada día.

Morir como se mueren las hojas en el árbol.
Apagadas, sin brillo, abatiendo en el aire su armonía
caduca, su vaivén oscilante, como un torpe borracho.




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1 comentario:

  1. Leyendo este poema, una piensa que al fin y al cabo sólo sobrevivimos mientras caminamos hacia el morir. Quizá la gracia esté en el negárnoslo...

    Besos

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