domingo, 10 de julio de 2011

LOS MURCIÉLAGOS LOCOS


A veces, sabiendo que es de noche
lo dudo y pienso si me he quedado ciega
y hurgo en mis ojos y se hace la luz
y me hago daño.
Quiero decir prendo la llave, le guiño al techo,
me comprometo a serle fiel a la polilla,
y un murciélago loco
corretea violento por la gruta
y choca contra las paredes
rompiéndose la voz, chilla enloquecido
pidiendo que la luz desaparezca.

Al tenebroso bicho romántico infernal
que se salió del cuento donde no hay maravillas,
le sorprende la luz y lo enfurece,
lo ciega y desespera.

A mi, por el contrario, la luz me enseña
a distinguir lo negro de lo blanco,
a saber que no estás cuando en la oscuridad
palpo el vacío y caigo en la cuenta
de que ha anochecido, y hurgo en mis ojos
y veo que tú no entras nunca por la puerta
por la que solo pasan los murciélagos locos.



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