La tarde estaba quieta, no tenía movimiento.
El viento vociferaba por la calle
se entretenía en la esquina,
cambiaba de dirección y se reía.
Yo soportaba ser sin más remedio
lo que me había tocado ser mediante rifa.
Pobre arlequín
vestido de comedia y de aspaviento
fingiéndome asombrada de la vida.
Los ojos muy abiertos
las manos extendidas hacia un horror
multiplicado, incierto, que vocifera el aire,
esperpéntica desnudez la de mis cuadros
y aquel traje ajustado a la medida
de lo que quiso el viento.
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Me emocionas, yo también quisiera ser
ResponderEliminarun ala sin plumas en un cielo sin aire.