Con los años pasando
se me fue acoplando la madurez
sobre las sienes, sobre la lengua y los costados
se adormeció la ira
y se fue serenando la impaciencia.
Se fueron amodorrando la soberbia
y las ganas de pelea
y algunos recogimos las banderas
y otros levantaron estandartes
sobre ciénagas muertas
en las que sobreviven los fantasmas
de un pasado reciente.
Algunos hicimos cuentas.
Entre Debe y Haber se colocó una tabla rasa
que con el tiempo se venció sobre la resta y
resultó un escalón hiriente en la cuneta
en donde algunos muertos quieren descansar
y no los dejan.
Y se volvieron a marcar las acritudes,
la madurez perdió en parte su cansancio
y su indiferencia
y se vistió de luces y de sombras.
Después, al poco tiempo crecieron jaramagos
que creíamos muertos
y poblaron nuestra parte del planeta.
Fue imposible la paz. Planeaba la guerra.
Imposible de nuevo la serenidad,
Imposible la luz.
De todos modos imposible de nuevo la paciencia.
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