domingo, 6 de febrero de 2011

HABLANDO POR HABLAR


Primero se sentaron en la puerta y hablaron seriamente
de sus cosas menudas, tan pequeñas, los hijos, los maridos,
la vida que está cara y todo cuesta.

Después, cambiando el tono, entrando ya en materia,
de la pobre vecina del segundo que lleva siempre
la cabeza agachada, las gafas de sol puestas
aunque todo esté nublado o nieve o llueva.
Se contaron, sin ánimo de criticar a nadie,
de la beata que recibe en bata a sus amantes,
que muy bien que hace, que es viuda o soltera o qué más da,
que haga lo que quiera.

Se dijeron que habrá que convocar una asamblea
para encalar los parches de la acera y lavarle la cara
a los bajos del bloque ahora que sienten llegar la primavera,
y se dijeron entre burlas y quejas qué cara está la vida,
que si ellas pudieran hacer igual que la beata,
o decirle al canalla del segundo dos cositas bien claras,
tener de contrabando un sustituto para cuando sus conyugues
cansados o borrachos ya no puedan hacer eso que ahora
llaman amor y que siempre se ha llamado la jodienda.
Y se dijeron no caerá esa breva
y se dieron a reír como dos locas
y siguieron con sus planes, sus sueños, hablando por hablar,
haciendo tiempo, mientras los hombres jugaban
al dominó en el bar y llegaba la hora de la cena.


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