martes, 25 de octubre de 2011

EL TIEMPO QUE HUYE



Hay un tiempo que no se deja coger aunque lo intento.
Por mucho que lo persigo siempre se me escapa,
tiene forma de verso, es ágil y ondulado,
huidizo, con tendencia a quebrarse al primer roce
del beso enamorado
y hacerse añicos si le toco una letra a la que ama.

El tiempo es el puente elevado por el que doy pasos
hasta la tierra eterna prometida.
El tiempo me devuelve a mi pasado,
dignifica mi guerra y mis miserias
y me lleva en silencio desde el cemento al barro,
desde el río a la escarcha,
de la vida a la muerte como en un solo estado
con vigilia del sueño permanente.

Pero el tiempo se escapa también tras el ocaso.
Cuando el sol se ha escondido entre los pinos
la mirada que me retiene aquí desaparece.

Y vuelvo a ser peregrino de ida y de vuelta.
Y el tiempo se convierte una vez más en el pez
que se me escurre de nuevo entre las manos.

Y un nombre sobre el poste y una foto amarilla
y unos rostros que ya no pueden ser
aquellos del retrato.



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