de los tiranos
y apretaron la garganta del miedo.
Y el miedo murió a sus manos.
Fueron libres después del genocidio
para crecer,
para vivir,
y supieron que todo cuanto hicieron
estuvo bien y se estancaron
sobre un burdel de aguas apestosas.
Y en aquel sucio pantano
solo pudieron florecer
unos racimos secos de impurezas.
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