me asomo a mi país por las ranuras
abiertas de sus venas
y me asombro al ver cómo las grietas
siguen estando vivas y ocupadas
y cómo se sigue filtrando
el agua de las alcantarillas.
En el sur,
de pronto nacen lirios en las cunetas
y un poco más allá las amapolas
estallan como si siempre fuese primavera.
Hay unas flores blancas de inocencia
y otras rojas como sangre
entre el estiércol seco de la era
que siembran de dolor las orillas del tiempo.
También hay flores negras.
A veces creo ver en cada pétalo
los rasgos de un difunto conocido,
de un paisano sin nombre
o de algún vecino esquivo con la suerte
que se borró sin dejar rastro por la tierra.
Alguna vez que me acerqué sin miedo
hasta la orilla
vi el perfil bello, griego y señor de Federico.
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