en el mundo no hay lugar tan seguro como mi propio sueño
para darte escondite. En mi sueño, en mi escote, en mi garganta,
en la curva del codo cuando dobla hacia dentro,
en una de las pliegues de la frente, en un momento de distracción,
en un dolor cautivo, en un suspiro que es como la vocación
de una monja,
-austero, extinto, inexplicable-
Te escondo. No sé por qué te escondo.
Lo lamento.
Alguien perverso, pero muy perverso, se dirá, "sí que son versos perversos"
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