Iban dando señales las campanas
-las señales de las horas que venían
cantaban las señales del tiempo que pasaba-.
Las doce se agotaban y morían
justo cuando las trece se estrenaban.
Y así vamos pasando. A hurtadillas. Y torbellinos
de muerte y de vida alternando su ritmo
subyugados y en la misma molienda del molino.
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