cuando se deslizaba sigiloso
por las altas paredes
de verdín
adherido como lapa
a su dulce veneno,
aferrado a la piedra
lengua danzante hacia fuera
y hacia dentro
alfarero del asco y del miedo
los viejos le discuten en la plaza
y las mujeres arrogantes se abanican
el rostro y su melena se desboca
como un caballo negro sin jinete.
Y no pude verlo cuando trepaba
por la alta enredadera
como lagarto huidizo entre los setos.
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