A duras penas entro en el cuarto de atrás,
en el trastero donde guardo los retales
del tiempo y del pasado.
A sabiendas de todo
me abro camino entre cachivaches viejos
y restos de metralla que pueden estallarme
entre las manos si manipulo por descuido algún resorte.
Me detiene la torpe cobardía
y no abro los baúles donde están las borrosas
estampas amarillas con gestos asombrados
e impacientes.
Las cuartillas con los primeros versos,
la fragmentada y débil experiencia
y la granada a la que solo hay que extraer la anilla
están ahí, al alcance de las manos y el deseo.
Y el recuerdo confunde torpemente las fechas
y equivoca los nombres de las fotografías,
y colorea los grises y los negros
sin atreverse aun a descorrer la puerta,
esquivando la luz,
taponando la herida de los años
por los que siempre escapa como un fantasma
con miedo y asustado el humo denso
y plomizo de la memoria.
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Nos gusta entrar poco en los trasteros para que la memoria no nos juegue una mala pasada.
ResponderEliminarBesos