Corre un aire caliente por la plaza
que abraza a los chiquillos mientras juegan
y hay unos hombres viejos
que apoyan la barbilla en sus bastones
y descansan de la paz y del ruido.
Suena una ficha de dominó sobre la mesa
y una carcajada de dientes carcomidos
y un vaso de aguardiente que derrama
su blancura transparente por el mármol
que ha visto tantas guerras.
La instantánea detenida como un cuadro
de costumbres le da vida a la plaza.
Un aire denso y ocre suspendido en la tarde
y un golpe de seis doble mastica la tarima
con sabor a revancha.
El tiempo muerto como si fuese siempre,
la inamovible ráfaga de viento caliente por la calle
y los chiquillos estáticos, traviesos,
y la misma copa con la muerte blanca
el mismo perro durmiendo su indolencia
el mismo día y con la misma gente
y en aquel mismo instante
si la miro a través de una ventana,
la mirada perdida sobre la cama estrecha
y una maleta abierta
derramando soledad a borbotones.
Para Antonio Naranjo
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Una maravilla. Poeta de sensaciones y vivencias hechas sentimiento. Gracias María Dolores.
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