viernes, 30 de marzo de 2012

VIERNES DE DOLORES


La tarde se refugió en la lluvia
y se quedó aquí quieta, inmutable,
viendo pasar las gotas tan queridas,
el agua necesaria, tan escasa,
tan a destiempo llegada,
tan desmayadamente recibida.

Por la calle corrían despavoridos los paraguas
y algunos escondían su cuerpo en los portales.
Algunos nazarenos por la calle
ocultaban las lágrimas perdidas
tras su largo antifaz de capirote.




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