viernes, 13 de enero de 2012
VIRTUD CARDINAL -justitîa
Hubo un terremoto en la montaña
y temblaron los cimientos de aquel mundo
pero solo se derribaron las cabañas.
Esto pasa en la vida de las piedras.
En la vida de los hombres suceden cosas diferentes
cuando el mundo bajo sus pies se tambalea.
Sucede que la justicia viste togas de marcas diseñadas,
que los palacios de los jueces no envejecen
ni caen desbaratados por la inercia.
Sucede que no todos somos moros
y aunque todos cristianos no siempre lo aparentan
y unos bajan de un burro y otros suben a lomos de un caballo.
Parece que esta justicia que es tan vieja
que dicen que es tan sabia y siempre está dispuesta
a la imparcialidad de sus juicios
no disimula los brotes de su histeria
y quien juzga al ladrón y al genocida
es juzgado en el nombre de la otra justicia
que se saca tres ases de la manga.
Quien tenga la piedra que la tire.
Y quien tenga la justicia que la ejerza
y quien tenga valor que me niegue tres veces
si es justa la justicia que interpreta las leyes como quiere,
que defiende al ladrón que vive en el palacio
y al verdugo que se ahoga en la sangre de los muertos.
Se me pierden las pocas esperanzas
en la maraña incorregible de las leyes.
Los abogados defienden al culpable
aun sabiendo la crueldad del acusado.
Y los jueces condenan sin lavarse las manos,
sin mirarse al espejo, con púlpito, sin pálpito y paciencia.
Pero antes se ponen bien la toga,
le sacuden un polvo imaginario al libro de la ley
que está sobre su mesa,
mira con frialdad a los presentes
y machacan con el mazo sus conciencias.
(Yo comencé escribiendo para el Juez
y terminado creyendo que en el lugar del Juez estaba Marta.)
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