domingo, 23 de octubre de 2011

SUCEDE QUE LA TARDE



Sucede que la tarde
se empecinó en la lluvia,
que un zarandeo profundo
me movió los cimientos,
que el último libro comenzado
no retiene mi interés ni mi cuidado,
y el teléfono se empeña
en su silencio hosco,
que ya tomé el café recomendado,
que la bulla en mi pecho
crepita como el fuego.

Sucede que la tos, que la edad,
que la lluvia, el silencio…

Sucede que hay que echar la culpa a todo
cuando la tarde se empecina
con la lluvia
y el recuerdo ha dejado de ser un ser confuso
y se planta
con nombres y apellidos en tu puerta.



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