miércoles, 26 de octubre de 2011

SOTIEL


Hay un silencio lejanamente roto
por un sordo sonido de abejorro instalado en el aire,
sobre la cóncava e infinita superficie celeste.

Algún trino clandestino, oculto, bello y desconocido
que juega al escondite con mis ojos
y me deja seguirlo por el agudo carril del subconsciente,
se instala en mis oídos
y acompaña el paseo oloroso de pinos y palmeras enanas
que van dejando sombras sembradas en el suelo.

Un claxon inoportuno y pasajero.
La figura de un vuelo que parece soñada
y el roce de una hormiga que me subió furtiva
por un monte de tobillos y de venas
me provoca el espasmo de un leve escalofrío.

Es otra dimensión, es otro cielo,
es la orfandad beneficiosa y muda,
el mundo recogido en un pañuelo
y el silencio, ese silencio con rumores compartidos.

Es un viento suave, una ráfaga que evapora
el calor del caminante, cien olores distintos,
cien verdes diferentes, cien miradas, cien versos provocados.
Es el pulmón donde respiro.

Desde la orilla del río y la ermita y el puente
hasta bien pasada la Plantera,
El Escorial, las Posadas
y hasta casi llegando a Torerera,
desde principio a fin y sin remedio, Sotiel.
La otra dimensión. La forma de vivir de otra manera.


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