martes, 18 de octubre de 2011
CARONTE AGUARDA
Es tan dañino, que la ironía sola no le basta
y necesita dar mordiscos fuertes y violentos
que además de carne devoren calma
y sosiego, la fe que le queda y la esperanza.
No hay redición posible.
Rendición por su parte no se espera,
y a partir de una temprana edad
la lucha ya es a muerte.
De charla con sus amigos les comenta
que la imagen más perfecta
y más encantadora de la mujer
es aquella en la que aparece agarrada
fuertemente a su fregona;
o la que rendida a sus encantos se arrastra
obediente y sumisa y cumple como una perra
generosa y cautiva la misión que le tiene encomendada.
Distribuye su tiempo entre amigos de barra y de descorche,
ejercicios de moda en el gimnasio, el futbol,
cuenta chistes groseros, viste su imagen limpia
de hombre que maneja el mundo que ha inventado.
La mujer en su casa, en su tarea, los hijos como un deber
exclusivo y sus deberes,
tal vez algún trabajo, y su rutina.
Y cuando ella por fin se despereza y salta
de la casa a la calle, al gimnasio, al bar, a la oficina,
o le pide el divorcio y le dice que su cuento ha terminado,
el bravucón se sale con la suya.
Caronte, agazapado, la espera con su barca.
Para el macho dañino la solución no existe.
Y para sus mujeres,
paciente, tierno, enamorado, Caronte aguarda.
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