viernes, 12 de noviembre de 2010
TODO ES SERENO BAJO EL ÁRBOL
Sacudía los pies en las alfombras, las manos en el aire,
a los malos pensamientos les untaba una porción
extra de fantasía que hallaba fácilmente
en los tenderetes que ponían los gitanos en la esquina.
Después salía al día,
leía los diarios, sonreía sin dificultad
a los tenderos y a los que pasaban sin mirarlo.
Tomaba su café negro y despacio,
callejeaba un rato por la sombra,
miraba alrededor buscando algo,
se sacudía una duda y seguía caminando
hasta la hora de volver a casa
y sacudir de nuevo las suelas en la alfombra.
Un día
comenzó a archivar las dudas, por si acaso.
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