sábado, 19 de mayo de 2012
DEMOCRACIA ORGÁNICA DEL ESTADO (Un poema largo y pesado)
Todo comenzó
con el timo impersonal de la raíz cuadrada.
Los saltos al vacío del tiempo de las sombras,
las cifras elevadas al cubo por sí mismas,
la ilusión de ser y de crecer, de parecer,
de ser mejores, más guapos y más listos.
Estábamos al sur de todas las estaciones,
perdidos en el rincón anal de los hemisferios,
con el arado al hombro
sonrosados y hermosos
cuando en una década libre
nadie nos marcaba disciplina.
Nos vestimos de algodón y con la pana
de sport jovial y reivindicativa
con parches en los codos,
y nos dejamos barba,
y tuvimos seiscientos y lambrettas
y volvimos al cine en blanco y negro
porque era de autor y hacía distinguir
una pana de otra pana.
Nos cogimos a Europa recosiendo puntadas,
reforzando un remiendo vencido de antemano
con la fe del ahogado que ve cómo se salva.
Aprendimos a hablar en catalán
fuimos al vent a recogerle fruta a los franceses,
y siempre por detrás, sujetando la cola de las novias
nos dieron la importancia de ser los elegidos.
Volvíamos al pueblo vestidos de alemanes
con transistores Grunding pegados a la espalda
contando las historias fabulosas
que inventamos en sueños durmiendo en las barracas
de los desahuciados.
Éramos los terrones del campo endurecido,
el ascua de la mina del carbón
o la mole de ladrillos sin luz ni vestuarios,
y pasamos a ser lo estético, lo lúdico, lo orgánico.
Pero a pesar de todo y aunque fuimos los últimos,
seguimos siendo alemanes,
ingleses, franceses, suecos, gente de otro mundo.
Y aunque nunca hagamos otra cosa
y jamás seamos los primeros,
nosotros le dimos apellidos a las democracias.
Y que nadie venga a decirnos que no es cierto.
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