viernes, 11 de noviembre de 2011

CALLAR LA BOCA AL DEMONIO


A veces, dios se sirve del demonio para que sea su chivato.
Y el demonio, que para eso es diablo y no santo,
le cuenta lo que pasa por el mundo mientras él está durmiendo,
descansando cómodamente en su letargo.

Y yo, que soy amiga del diablo y no de dios,
(o al menos lo aparento para ganarme su amistad y su respeto),
lo invito a ron legendario,
a Cuba libres de Larios,
a montaditos de pringá, de pollo y a papas fritas,
y le pongo en la mesa las mejores gambas de Huelva,
y platos de jamón de cinco Jabugos buenos,
y chicharrones de Cai,
almendras, butifarras,
caracoles, cabrillas, quesos de cabras Payoyas,
cañas, chorizos y morcillas de la serranía de Cádiz.
(¡De Cádiz! - Que no de la Sierra Norte, de Constantina o de Ronda-.)

Y le unto a sus tostadas mantequilla, y le doy con el café
el azúcar moreno que le gusta, y le pinto un corazón atravesado
a la crema que el pongo a su café por una flecha blanca
y un Cupido de espuma enamorado.

Y después de ponerle un carajillo, al demonio se le suben los colores
hasta los cuernos y el rabo. Se sonríe y me guiña el descarado.

Y ya harto y tan contento, tan feliz y tan demonio
le pasa a Dios el correo de todo lo acontecido
en el mundo en ese rato.
De mí le dice que soy un angelito divino, un pan bendito,
que tengo el cielo ganado.

Callar la boca al demonio me está saliendo muy caro.
Pero dios sigue durmiendo y no se entera de nada,
bostezando, aletargado.



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