martes, 25 de enero de 2011
LA LUNA HA MUERTO
En la tranquila luna de la noche de enero
se advierten las estrías que le marcan la cara
y las ojeras, rugosidades viejas, venosas carreteras
demacradas asomando sin pudor a la intemperie
de un frío que penetra hiriendo hasta la médula.
La luna tiene cara de haber envejecido
y tener penas.
Me lanza una mirada cargada de nostalgia
y un mensaje que se quedó perdido
en la botella de boca estrangulada que naufragó
en un río con sus letras borradas, sin la huella
dactilar del pasajero que escribió la leyenda.
Y me gusta pensar que la luna quiere ser rescatada
y lo grita a mares descubiertos sobre oídos cerrados
y sus gritos mueren rebotando de desierto en desierto.
Es tarde ya. Ni la luna ni yo tenemos más remedio
que entender que siempre hemos llegado tarde.
La luna se murió. Yo me he dormido sobre la paz
ficticia de una luz que guiñaba sus ojos para verme.
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