Vivo en una casa sin balcones, ciega,
sin ventanas ni puertas ni escaleras
por donde puedan entrar o salir los pensamientos.
Cerrada a cal y canto,
guarida y madriguera de la noche
donde la duda se compromete a ser mi guardiana.
Es una casa en la que está prohibido el llanto.
Porque no hay llanto donde no queda vida.
Ni vida donde no es posible la esperanza.
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